Tampoco he de pasar día alguno, excepto cuando esté de viaje, sin visitar al Santísimo Sacramento y aún estando de viaje, si me ocurre pasar cerca de la Iglesia de algún pueblo, me arrodillaré para adorar al Santísimo, y lo haré cuantas veces eso me sucediere.
Procuraré levantar mi corazón a Dios siempre que empiece alguna acción; y cualquier cosa que emprenda, procuraré no hacerla sino después de alguna oración.