Si las criaturas tienen misión de desarrollarme, es con la mira en Dios. Si yo uso de ellas de un modo egoísta, deteniéndolas en mí, les quito su papel esencial. Es preciso, por consiguiente, que al utilizarlas no deje a un lado, o no relegue a segundo término, lo que constituye su primer objeto; es preciso que el motivo, práctica y eficazmente dominante y determinativo del uso que de ellas hago, sea finalmente el de la gloria divina. Puedo y debo ver en ellas instrumentos de mi aprovechamiento, pero siempre con la mira en Dios; puedo y debo amarlas por el provecho que a mi vida reportan, pero según Dios; puedo y debo desearlas por el trabajo de dilatación que operan en mi existencia, pero para Dios. Poco importa que la intención de la gloria divina sea actual o virtual; lo esencial es que sea ella, de alguna manera, el término superior y final; lo esencial es que el crecimiento humano venga a parar a Dios, puesto que el hombre ha sido hecho para Dios. (José Tissot, La vida interior)