¿Hemos visto una nube sutil bañada totalmente por los rayos del sol? Su opaca sustancia ha desaparecido ante la invasión de la luz; ya no es nube, es esplendor, es brillo, se ha transformado en el sol. Menguada comparación para explicar el divino misterio del amor, que las cosas sensibles son demasiado groseras para expresar las divinas operaciones! La vieja fisonomía del alma desapareció por la magia del amor. La Luz del Verbo la penetrada abrillanta, la transforma en El. Miradlo. Es El. ¿No descubrís su mirada, su sonrisa, su majestad, su dulzura, su amor, su fuerza, su sello inconfundible y divino? El alma es ya una imagen viviente del Amado. Es el Amado mismo que, de una manera mística pero real, vuelve a vivir en la tierra para reproducir el poema divino de sus divinos misterios. El Jesús que nace arrullado por himnos angélicos, que crece en silencio y esparce su aroma celestial que embriaga al Padre, Jesús que dice palabras de vida, que asombra con sus prodigios, Jesús que llora las humanas miserias, que transfigura en su corazón todos los dolores de la tierra, que se inmola como Víctima a la divina Justicia y al primer Amor, y que consuma su obra en el prodigio silencioso y fecundo de la vida eucarística. (El Espíritu Santo)