La vida mística y el santo abandono

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Propiamente hablando, el acto de abandono a Dios, cuando se hace por iniciativa de Dios, señala una entrada en la vía mística. Lo que constituye la esencia de esta vida no son los fenómenos extraordinarios, sino un predominio de la acción del Espíritu en nosotros. El hombre se siente llevado por la vida de Dios y su barca es guiada por el soplo del Espíritu. No decide ya nada por sí mismo y espera que Dios le mueva por la acción de su gracia. Siente que toda su vida está como actuada y movida por el Espíritu Santo. De aquí vienen las oraciones de quietud y de silencio. Como Agar, el hombre puede decir en la oración: «Eres un Dios que ve» (Gén 16,13). Y tan pronto como en la vida o en la oración surge una inquietud, dice como Abraham: «Yavé proveerá» (Gén 22,24).