La unión transformante es la obra del Espíritu Santo que trae a las almas la divina fecundidad del Padre. Pero en ésta obra mística, como en aquella divina encarnación, el Espíritu Santo requiere la cooperación de la criatura; el alma cubierta con la sombra del Espíritu Santo, guiada y movida y fecundizáis da por decirlo así por Él, forma en sí misma a Jesús. El alma que ha llegado a la unión divina tiene con Jesús todas las relaciones santas, porque el amor de Dios condensa en su eminente perfección todos los matices legítimos y nobles del amor humano; puede decirse místicamente «madre de Jesús», como el mismo divino Maestro nos lo enseña con estas palabras: “Cualquiera que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, él mismo es mi hermano y mí hermana y mi madre”. (El Espíritu Santo)