La naturaleza no procede nunca por detalles, pero va siempre de lo simple a lo compuesto. Toma una semilla y concentra su acción sobre el principio vital, oculto en la unidad y simplicidad de este primer elemento. Los principios de esta acción son bastante informes; frecuentemente son esbozos que parecen hasta groseros. Pero por la expansión del principio vital los contornos se dibujan pronto, las formas se perfeccionan, las diversas partes se terminan y la progresión natural del trabajo alcanza, por fin, la finura perfecta de cada detalle, la proporción armónica de las partes y la unidad viva del conjunto. Éste es el trabajo de la naturaleza. ¿Quién ha visto nunca que un árbol principie a desarrollarse por la extremidad de las hojas? La gracia sigue análogo procedimiento: es depositada en mí como una semilla. El reino de los cielos es semejante a un grano de mostaza. Esta semilla comienza su trabajo por esbozos elementales: son los principios de la vida espiritual, la lucha contra los pecados y los defectos graves. A medida que prosigue la acción, el trabajo se perfecciona, las virtudes crecen, la invasión de la vida va alcanzando a los detalles, hasta el momento en que todo termina y se acaba en la santidad. (José Tissot, La vida interior)