La pereza nos pone en manos del enemigo

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Importa mucho, hija mía, que hagas la guerra a la pereza, porque este vicio no solamente nos aparta del camino de la perfección, sino que nos pone enteramente en las manos de los enemigos de nuestra salud. Si quieres no caer en la mísera servidumbre de este vicio, has de huir de toda curiosidad y afecto terreno, y de cualquiera ocupación que no convenga a tu estado. Asimismo serás muy diligente en corresponder a las inspiraciones del cielo, en ejecutar las órdenes de tus superiores, y en hacer todas las cosas en el tiempo y en el modo que ellos desean. No tardes ni un breve instante en cumplir lo que se te hubiere ordenado, porque la primera dilación o tardanza ocasiona la segunda, y la segunda la tercera y las demás, a las cuales el sentido se rinde y cede más fácilmente que a las primeras, por haberse ya aficionado al placer y dulzura del descanso; y así, o la acción se empieza muy tarde, o se deja como pesada y molesta. De esta suerte viene a formarse en nosotros el hábito de la pereza, el cual es muy difícil de vencer, si la vergüenza de haber vivido en una suma negligencia y descuido no nos obliga al fin a tomar la resolución de ser en lo venidero más laboriosos y diligentes.(El Combate Espiritual, Lorenzo Scupoli)