La octava condición de la obediencia es que sea sencilla y respetuosa, y por tanto sin réplicas, cuyo fin es siempre excusarse y dispensarse de la obediencia.
Los defectos contrarios son toda clase de réplicas, como decir o pensar: no puedo hacer eso, o lo haré en otro tiempo, o haré tal cosa cuando haga aquella otra; estoy indispuesto; no puedo hacer tantas cosas; eso es demasiado difícil para mí; fulano ha dicho que debía hacerse tal cosa; o cualesquiera otras réplicas.