Además de ser la mortificación un remedio para devolver o conservar el vigor, es también un agente libertador. Ella es la que, trayendo o manteniendo la sobriedad de gustos, disminuye las necesidades y con las necesidades, las ocasiones de servidumbre. Si sé emplearla con oportunidad llegaré a no sucumbir a ninguna necesidad ficticia, a no crearme nuevas y a disminuir, todo lo más posible, aquellas a las que estoy ahora sujeto. (José Tissot, La vida interior)