La Misericordia de Dios no es otra cosa más que su Bondad, es decir, la esencia misma de Dios en sus relaciones con la miseria de su criatura, ya se entrevé que cada una de nuestras faltas puede llegar a ser, si queremos, una ocasión nueva para que este atributo divino se manifieste. «¡Bienaventurados los misericordiosos! Al pronunciar esta bienaventuranza, se puede afirmar que el Hijo de Dios hecho Hombre nos ha revelado su propia bienaventuranza y la de su Padre que está en los Cielos. Porque, si la misericordia, tal como puede practicarla un simple mortal, es para el que la practica un principio y una fuente de felicidad, ¿qué se podrá decir de la misericordia tal como Dios, y Dios sólo, sabe ejercerla, y qué fuente de felicidad no será incesantemente en el seno de la divinidad? (José Tissot, El arte de aprovechar nuestras faltas)