La libertad de los hijos de Dios

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El todo de mi vida está más alto, y todas las criaturas, agradables o desagradables, son para mí, igualmente, medios para llegar a lo único necesario. Sé que Dios me dará siempre estos medios, tanto cuanto sea necesario para el fin único de mi vida. Descargo, pues, sobre Él toda mi solicitud, porque Él tiene cuidado de mí. Y yo no tengo más que aceptar lo que Él me da; me sirvo de ello cuando tengo necesidad, y cuando ya no me sirve lo desecho: soy el señor. De este modo no soy esclavo de ningún ser, de ningún acontecimiento; soy independiente de ellos, indiferente hacia ellos. Cuando tengo la verdad, la verdad, que es el término superior de la piedad, me hace libre, verdaderamente libre, completamente libre. Cuando la verdad, pasando por la caridad, llega hasta la libertad, entonces es la piedad completa. ¡Oh santa libertad de los hijos de Dios! ¿Es acaso pagar demasiado caro el comprarte dando por precio todas las frivolidades de la vanidad criada? Estas frivolidades son las mallas de la red que me tenía preso. Mi alma escapó cual pájaro de la red de los cazadores, fue rota la red y yo quedé libre (José Tissot, La vida interior)