Peligrosa ponzoña bebe quien hace pecado; feísima y terrible faz tiene para espantar a quien de verdad lo conoce, y muy bastante para desmayar a cualquier hombre, por fuerte que sea, si se para a considerar con vivo sentido lo que ha hecho, y contra quién lo ha hecho, y las promesas del bien que ha perdido, y amenazas del mal que están sobre su cabeza. Mirando las cuales cosas David, aunque hombre esforzado, dice (Ps., 39, 13): Mi corazón se me ha desmayado. Mas este mal tan grande no lo deja Dios sin remedio, según hemos dicho. Y porque tome este remedio la persona que lo hubiere menester, manifestaré algo de las grandezas de la misericordia de Dios, de que usa con los pecadores que le piden perdón. (Juan De Ávila, Audi filia)