La dulzura de la gratitud

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[Decir] “gracias” es como el leño que Dios mostró a Moisés, que, arrojado en las aguas amargas, las trocó en dulces. Ved cómo se ha cambiado en paz mi amarguísima aflicción; toda amargura me es dulzura desde el momento que me abre la fuente sellada cuyas aguas hacen germinar en mí como un paraíso de delicias. Así se realiza no sé qué maravillosa mezcla de amargura y de dulzura, de gozo y de sufrimiento, donde la amargura engendra la dulzura y la dulzura se conserva en la amargura: este gozo es el único verdadero, porque todo gozo que no nace y se conserva en la amargura se corrompe, y se corrompe pronto. Pero éste es fuerte y vivificante y lleva la vida hasta la médula de mis huesos: jamás se corrompe; jamás corrompe; es la fuerza y la vida de mi alma. De esta suerte mi dolor es mi alegría, y así la aceptación agradecida del sufrimiento llega a ser el verdadero medio de no sufrir. Gozar del sufrimiento es el gran secreto de los santos, es la fuente sellada en el jardín cerrado. (José Tissot, La vida interior)