Tercer misterio doloroso. La coronación de espinas.
«Los soldados le desnudaron y le echaron encima un manto de púrpura; y, trenzando una corona de espinas, se la pusieron sobre su cabeza, y en su mano derecha una caña; y doblando la rodilla delante de él, le hacían burla diciendo: ¡Salve, Rey de los judíos!» (Mt 27, 28-29)
Hubiese sido fácil para Dios crear un mundo en el cual no habría lugar para el mal, pero le permitió ese lugar. ¿Por qué? Porque si quitas el mal, quitas el sufrimiento, el sacrificio, el martirio, el valor, la abnegación, el heroísmo, la generosidad; en fin todas aquellas virtudes que puede haber de más bello, cautivador, apasionado, sublime sobre esta tierra. (Carta al primo Luigi de Foucauld)