Nunca se han predicado, ni discutido, ni editado tan sabios tratados de apologética como en nuestros días, y jamás ha estado tan lánguida la fe, al menos en la masa de los fieles. Con frecuencia los encargados de adoctrinar al pueblo, no ven en el acto de fe sino una función de la inteligencia, siendo así que la voluntad tiene su parte en él. Olvidan, sin duda, que la fe es un don de Dios, y que entre la aceptación de los motivos de la credibilidad y el acto definitivo de fe, hay un abismo que solamente pueden llenar primero Dios y después la buena voluntad del que recibe la instrucción; pero ¡cuánto ayuda a llenarlo la luz divina reflejada en el que adoctrina y producida por su santidad! (Dom. J.B. Chautard, El alma de todo apostolado)