¡Oh miserable de ti por lo que perdiste, y mucho más por lo que hiciste, y muy mucho más si con todo esto no sientes tu perdición! Después de esto, es cosa de grandísimo provecho detener un poco los ojos de la consideración en pensar tu nada; esto es, cómo de tu parte no tienes otra cosa más que nada y pecado, y cómo todo lo demás es de Dios; porque claro está que así los bienes de naturaleza como los de gracia (que son los mayores), son todos suyos; porque suya es la gracia de la predestinación (que es la fuente de todas las otras gracias), y suya la de la vocación, y suya la gracia concomitante, y suya la gracia de la perseverancia, y suya la gracia de la vida eterna. Pues ¿qué tienes, de qué te puedes gloriar, sino de nada, y pecado? Reposa, pues, un poco en la consideración de esa nada, y pon esto sólo a tu cuenta, y todo lo demás a la de Dios, para que clara, y palpablemente veas quién eres tú y quién es El; cuán pobre tú y cuán rico El, y, por consiguiente, cuán poco debes confiar en ti y estimar a ti, y cuánto confiar en El, amar a Él y gloriarte en Él. (Tratado de La Oracion Y Meditacion – Pedro de Alcantara)