En el Don de Fortaleza se dan grados; en el primer grado podemos realizar todo lo que sea absolutamente necesario para la salvación de nuestra alma, todo lo que Dios nos mande, aun cuando algunas veces pueda llegar a ser extraordinario o heroico. En el segundo grado, nuestro espíritu adquiere una firmeza superior, no sólo para que cumplamos lo absolutamente necesario, lo que es de precepto; sino también para realizar las cosas que son de consejo según los deberes y el espíritu de cada alma, en el estado en que Dios la ha colocado. Y en el tercer grado, el Don de Fortaleza nos eleva por encima de toda criatura, nos hace superarnos a nosotros mismos, nos coloca en el Seno mismo de Dios, donde reina una confianza sin limites y una paz inalterable. (El Espíritu Santo)