Cuando un leño es arrojado al fuego se destruye o más bien se transforma; deja de ser lo que antes era y se trueca en algo ígneo y luminoso. Esta transformación comienza por la corteza que se quema y se torna luminosa, después el fuego va penetrando por todas las capas del leño, haciendo arder cada una de sus fibras y llega por fin hasta la médula y convierte al leño, antes oscuro y pesado, en fuego espléndido y sutil. Así es la transformación que el amor hace en las almas; comienza por la superficie y, si el alma es fiel, va invadiendo todo hasta llegar a lo profundo. Rompe primero la dura corteza del alma, desprendiéndola de las cosas de fuera y entra después en el alma misma, transfigurando todas sus potencias. (El Espíritu Santo)