Nuestro esfuerzo en la vida espiritual

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No hay que creer que Teresa anime a un cierto quietismo por parte del hombre. Nunca descuidará la cooperación personal de éste, pero la pone en su justo sitio, al servicio de la confianza y del abandono. El hombre hace esfuerzos, no para echar mano de Dios o apoderarse de él a fuerza de puños, sino para experimentar cuán pobre y débil es. Una vez que ha realizado todas las buenas obras que están en su mano, descubrirá pronto que es un siervo inútil. Es el momento en el que está fatigado y agotado cuando puede escuchar la palabra de Jesús y experimentar su dulzura y su misericordia: «Venid a mí todos los que estáis cansados (de tratar de llevar el peso de la Ley), y os enseñaré la mansedumbre y la humildad».