Hace falta una luz muy profunda y muy desgarradora para discernir el buen combate del malo. Hay que desear esta luz y pedirla para llevar a cabo la verdadera lucha. Teresa dirá al final de su vida a su hermana Celina: «Cuanto más avancéis, menos combates tendréis, o mejor, con más facilidad los venceréis, pues veréis el lado bueno de las cosas. Entonces vuestra alma se elevará por encima de las criaturas» (C y R VII, 20). San Benito dirá poco más o menos lo mismo en el Prólogo de su Regla: «A medida que se avanza en la vida monástica y en la fe, el corazón se dilata y en la indecible dulzura del amor se corre el camino de las enseñanzas divinas». (Lafrance J, Mi vocación es el amor).