El miedo del castigo no es el único freno contra el pecado, porque el alma no puede librarse de los pensamientos culpables sino mediante la vigilancia del espíritu y la pureza del corazón. Todo esto se adquiere por la oración interior. Si alguno escoge el camino del ascetismo no sólo por miedo de las torturas del infierno, sino también por el deseo del reino celestial, añadí, los Padres comparan esta acción con la de un mercenario. Dicen que el miedo a los tormentos es la vía del esclavo, y el deseo de recompensa, la del mercenario. Pero Dios quiere que vayamos a Él como hijos; quiere que el amor y el celo nos empujen a comportarnos dignamente, y que gocemos de la perfecta unión con Él en el alma y en el corazón.(Relatos de un Peregrino Ruso)