Teresa busca en los libros santos y recoge todas las palabras donde se trata de los pequeños que Dios lleva en sus brazos: «Como uno a quien su madre consuela, así yo os consolaré; en brazos seréis llevados, y sobre las rodillas seréis acariciados» (Is 66,12-13). No se trata ya para Teresa de apoyarse en su generosidad o en sus esfuerzos de ascesis, sino de apoyarse únicamente en la misericordia de Dios, simbolizada por el ascensor. Por eso ella dice a propósito de las palabras de Isaías: «¡Ah, nunca palabras más tiernas, más melodiosas, me alegraron el alma! ¡El ascensor que ha de elevarme al cielo son vuestros brazos, oh, Jesús! Por eso no necesito crecer, al contrario, he de permanecer pequeña, empequeñecerme cada vez más. (Lafrance J, Mi vocación es el amor).