Para levantar un gran edificio lo primero que hay que hacer es asentar la fábrica en sólidos cimientos, porque de los cimientos dependen la elevación y solidez de una construcción. Sin cimentación; nada hay sólido, nada fuerte, nada duradero. Lo importante, por consiguiente, es conocer bien el fundamento de la vida espiritual, establecerlo con firmeza y asentar sólidamente el edificio de la perfección sobre la base única, fuera de la cual ninguna obra viva puede levantarse, porque “nadie puede poner otro fundamento que el que ya ha sido puesto”. Este fundamento único es el que yo quisiera mostrar y exponer en plena luz, si pudiese. Quisiera poder decir a las almas: mirad, ved ahí el único fundamento, y me consideraría feliz si pudiese añadir como San Pablo: “Como sabio arquitecto eché el cimiento del edificio según la gracia que Dios me ha dado; otro edifica sobre él, pero mire bien cada uno cómo edifica”. (José Tissot, La vida interior)