Debo ante todo conocer la voluntad de Dios: debo conocerla si quiero seguirla y no andar en tinieblas, y si no quiero exponerme a carecer completamente de prudencia y de discreción. El conocimiento es también aquí la primera condición del bien: debo pedir a Dios que alcance yo pleno conocimiento de su voluntad, con toda sabiduría e inteligencia espiritual, a fin de que camine en este mundo siguiendo una conducta digna de Dios, agradándole en todo, produciendo frutos en toda clase de obras buenas y adelantando en la ciencia de Dios. Es necesario que así como los ojos de los siervos están mirando siempre las manos o insinuaciones de sus amos, así como la esclava tiene fijos sus ojos en las manos de su señora, así también nuestros ojos estén clavados en el Señor, Dios nuestro, para consultarle en todas las cosas y conocer su voluntad. (José Tissot, La vida interior)