También por milagros y prodigios se dirigió exteriormente a los suyos. Les dio de comer cuando le seguían en el desierto y ya no podían pasar más sin alimento. Hacía oír a los sordos, ver a los ciegos, hablar a los mudos. Echaba de los posesos al enemigo. Hacía vivir a los muertos y a los lisiados caminar perfectamente. Cosas que han de entenderse en el cuerpo y en el alma.
Cristo, nuestro Amor, ha penado por nosotros exterior e interiormente con fidelidad constante. No podemos comprender la profundidad de su caridad, porque ésta brota de la fuente insondable del Espíritu Santo. Superior a cualquier otra imaginable, pues El era Dios y hombre en una sola persona. Este es el segundo punto.