Frases para vivir ahora la Epifanía

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  • La Epifanía no es otro misterio, es siempre el mismo misterio de la Natividad, pero visto en su dimensión de luz: luz que ilumina a cada hombre, luz que hay que acoger en la fe y luz que hay que llevar a los demás en la caridad, en el testimonio, en el anuncio del Evangelio.  (Papa Francisco)
  • La estrella es Cristo, pero también nosotros podemos y debemos ser la estrella, para nuestros hermanos y hermanas, como testigos de los tesoros de infinita bondad y misericordia que el Redentor ofrece gratuitamente a todos. La luz de Cristo no se expande por proselitismo, se expande por el testimonio, por la confesión de la fe. (Papa Francisco)
  • También nosotros, como los Magos, estamos llamados a dejarnos siempre fascinar, atraer, guiar, iluminar y convertir por Cristo: es el camino de la fe, a través de la oración y la contemplación de las obras de Dios, que continuamente nos llenan de alegría y de asombro, un asombro siempre nuevo. El asombro es siempre el primer paso para avanzar en esta luz.  (Papa Francisco)
  • Queridos amigos, esta es la pregunta que la Iglesia quiere suscitar en el corazón de todos los hombres: ¿quién es Jesús? Este es el anhelo espiritual que impulsa su misión: dar a conocer a Jesús, su Evangelio, para que todos los hombres puedan descubrir en su rostro humano el rostro de Dios, y ser iluminados por su misterio de amor. La Epifanía anuncia la apertura universal de la Iglesia, su llamada a evangelizar a todos los pueblos. Pero la Epifanía nos dice también de qué modo la Iglesia realiza esta misión: reflejando la luz de Cristo y anunciando su Palabra. Los cristianos están llamados a imitar el servicio que prestó la estrella a los Magos. Debemos brillar como hijos de la luz, para atraer a todos a la belleza del reino de Dios. Y a todos los que buscan la verdad debemos ofrecerles la Palabra de Dios, que lleva a reconocer en Jesús «el Dios verdadero y la vida eterna» (1 Jn 5, 20).  (Benedicto XVI)
  • Los Magos, que han elegido como su soberano al Niño, lo protegen en el ocultamiento, según el estilo de María, o mejor, de Dios mismo y, tal como habían aparecido, desaparecen en el silencio, satisfechos, pero también cambiados por el encuentro con la Verdad. Habían descubierto un nuevo rostro de Dios, una nueva realeza: la del amor. (Benedicto XVI)
  • Tocamos aquí uno de los puntos cruciales de la teología de la historia: el drama del amor fiel de Dios en la persona de Jesús, que «vino a los suyos y los suyos no lo recibieron» (Jn 1,11). A la luz de toda la Biblia, esta actitud de hostilidad, de ambigüedad o de superficialidad representa la de todo hombre y del «mundo» —en sentido espiritual—, cuando se cierra al misterio del Dios verdadero, que sale a nuestro encuentro con la desarmante mansedumbre del amor. Jesús, el «rey de los judíos» (cf. Jn 18, 37), es el Dios de la misericordia y de la fidelidad; quiere reinar con el amor y la verdad, y nos pide que nos convirtamos, que abandonemos las obras malas y que recorramos con decisión el camino del bien.  (Benedicto XVI)