«Cercado estoy por mis enemigos, pero confío en el Señor que ha de confundirlos»

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Lunes 27 de agosto de 1917. No sé lo que tengo, pues siento a cada instante fatigas. Hoy varias veces he tenido que poner toda mi voluntad para no dejarme llevar de la tristeza. Y ayer saqué ese propósito en la meditación: mostrarme alegre todo el día. Y lo he cumplido. He pasado a veces de tal manera que casi no podía menearme del agotamiento de ánimo en que estoy. Yo creo que es la debilidad en que estoy: un dolor de cabeza constante. Añádase a esto el dolor de espalda. Ya no sé cómo estoy; pero estoy feliz, pues sufro y sufro con Jesús para consolarlo y para reparar mis pecados y los de los hombres. Y una tristeza moral; pero diré con el salmista: «Cercado estoy por mis enemigos, pero confío en el Señor que ha de confundirlos».