Sequedad en la oración – ¿Qué está pasando? Primera parte

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Sequedad en la oración - ¿Qué está pasando? Primera parte

Pregunta: Estimado Padre John, desde hace mucho tiempo he estado utilizando la meditación para orar, pero últimamente estoy experimentando sequedad. Siento que no saco mucho fruto de ella, como antes. ¿Será que estoy en la «noche oscura del alma»? Si no, ¿qué es lo que me está pasando y qué debo hacer?

Respuesta: El Catecismo (#2731) menciona la sequedad como uno de los obstáculos más comunes para orar, pero éste es uno de esos términos que pueden ser usados de maneras muy diferentes. Necesitaré más de un correo para contestar tu pregunta, así que comencemos con una definición.

Qué es la sequedad espiritual

Cuando decimos que experimentamos «sequedad» en la oración, por lo general significa que no sentimos la presencia de Dios, o que no la sentimos tanto como pensamos que deberíamos o como quisiéramos sentirla. Ordinariamente esperamos que vamos a experimentar un cierto nivel de consuelo cuando entramos en contacto con Dios. Esto usualmente toma la forma de emociones positivas: cuando meditamos en la misericordia de Cristo, experimentamos una sensación de descanso en nuestra alma, una liberación de la tensión, porque reconocemos de nuevo que no tenemos que ganarnos el amor de Dios y que no lo podemos perder; cuando meditamos en la grandeza de Dios, nos llenamos de la alegría que brota de percibir algo hermoso –como si estuviéramos viendo una espectacular puesta de sol sobre el océano; cuando meditamos en la omnipotencia de Dios, sentimos cierto asombro y seguridad, una confianza que llena el alma con una sensación de paz; cuando meditamos en el celo incansable de Cristo por los necesitados, sentimos una oleada de vitalidad y un profundo y dulce deseo de hacer grandes cosas por la Iglesia y de guiar a otros hacia la amistad con Cristo… Estas reacciones emocionales de nuestro encuentro con Dios son intensas y profundas. Nos dan una sensación de satisfacción que no encontramos en ninguna otra parte y al ser así, Dios espera acercarnos más a Él e incrementar nuestro compromiso con su Reino y su voluntad.

Pero el consuelo también puede llegar en otras formas. Puede encontrarse en la imaginación. A veces, cuando meditamos en una escena del Evangelio, o mientras miramos el crucifijo o una imagen, podemos experimentar una especie de perfecta armonía entre la escena que estamos contemplando y la atención de nuestra mente. Es como si de repente todo se enfocara, como si nuestras capacidades visuales e imaginativas de pronto estuvieran en perfecta sincronización con nuestro entendimiento, el cual también está en perfecta sincronización con la verdad de Dios. Esto es similar a lo que experimentan los atletas cuando entran «en la zona». Estamos libres de las distracciones, nuestra memoria está en perfecto orden y durante este consuelo de Dios, nosotros mismos y todo nuestro mundo personal, parece estar en perfecta armonía con la mirada de Dios.

El consuelo también puede ser experimentado al nivel del intelecto y la voluntad. Las emociones y la imaginación están más directamente conectadas con nuestras facultades sensoriales (vista, oído, tacto, gusto, olfato) que con nuestras facultades espirituales de intelecto y voluntad. El intelecto es lo que nos permite conocer las cosas verdaderas en abstracto (los perritos conocen los mandatos de sus dueños, pero no reflexionan o escriben poemas sobre ellos, como hacemos nosotros). La voluntad es lo que nos permite libremente escoger las cosas buenas (en un sentido, las ardillas pueden escoger una nuez sobre la otra, pero es sólo por instinto, mientras que las personas pueden escoger incluso el ir contra su instinto, como cuando los mártires rehusaron renunciar a Cristo, aun bajo tortura). Cuando en nuestra oración estas dos facultades entran en contacto con Dios, que es la Verdad misma y la Bondad misma, experimentamos una más profunda sensación de satisfacción y plenitud que a través del consuelo emocional e imaginativo.

Estas experiencias de consuelo (de las emociones, la imaginación y las facultades espirituales) son como bocanadas del cielo que nos elevan hacia Dios y nos guían a lo largo del camino escarpado y angosto de Cristo. Cuando disminuyen o desaparecen, experimentamos «sequedad en la oración».

Hasta aquí con las definiciones. La siguiente vez examinaremos dos posibles causas de esta sequedad y eso nos llevará a la última parte de la pregunta, «¿Qué debo hacer?»

Tuyo en Cristo

P. John Bartunek, L.C.


Agradecemos esta aportación al P. John Bartunek, L.C. (Visita aquí su página web). Traducción a cargo de www.la-oracion.com
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