Meditación: Las vacaciones son tiempo para salir y encontrar a Dios

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Meditación: Las vacaciones son tiempo para salir y encontrar a Dios

XIX Domingo del tiempo ordinario, ciclo A  (1Re 19, 9a. 11-13ª; Sal 84; Rom 9, 1-5; Mt 14, 22-33)

Meditación

Una de los beneficios del tiempo de vacaciones es que se suele salir del lugar habitual donde se vive o trabaja. Este distanciamiento hace más fácil la convivencia y ayuda a valorar más y mejor lo que se tiene.

Pero salir no solo significa un movimiento físico, como puede parecer que se le manda al profeta Elías: «Sal y aguarda al Señor en el monte, que el Señor va a pasar» (1Re 19, 11). Principalmente, la Palabra de Dios de este día nos impulsa a afrontar la intemperie, a dejar el refugio, la cueva donde nos defendemos y escondemos, para poder encontrarnos con el Tú divino, como señala el salmista: «Voy a escuchar lo que dice el Señor» (Sal 84).

Cuando vivimos pertrechados en nuestros feudos ideológicos, seguros de nosotros mismos porque dominamos el ambiente, nos exponemos a perder la posibilidad de percibir la acción del Señor, y con ello, perder la experiencia de su paso.

El ejemplo de Jesús, quien «después de despedir a la gente subió al monte a solas para orar» (Mt 14, 23), coincide con el de Elías en el monte, que se nos presenta como lugar abierto, sin defensa. Tanto en el caso de Elías como en el de Jesús, será en el espacio abierto del monte donde se encuentren con Dios.

Jesús manda a los suyos a embarcar y a cruzar «a la otra orilla». Además de lo que significa la otra orilla, la travesía fue accidentada, pero gracias a la intemperie que sufrieron los discípulos por la tormenta, fueron testigos del poder del Señor. Al oír lo que les decía su Maestro «-¡Animo, soy yo, no tengáis miedo!»-, se produjo en ellos una experiencia fundante, que se grabaría en su memoria.

San Pablo, por el contrario, lamenta la situación que vive su pueblo, refractario a las enseñanzas de Jesús, acorazados en la seguridad que les da ser el pueblo elegido, que por serlo, no tiene por qué abrirse a nada ni a nadie. «Siento una gran pena y un dolor incesante, pues por el bien de mis hermanos, los de mi raza y sangre, quisiera incluso ser un proscrito lejos de Cristo.» (Rom 9, 1-3)

No siempre salimos voluntariamente al monte para ponernos en contacto con Dios. Quizá son más las veces que nos empujan las circunstancias a situaciones de inseguridad. Si aprendemos el código que nos ofrecen las lecturas de hoy, al menos estaremos atentos a la posible moción espiritual que nos pueda producir lo que en un principio juzgamos contratiempo, crisis, tormenta…

Aprovecha la oportunidad de salir de casa, del medio habitual de vida, y hasta puedes elegir algún lugar propicio para dar oportunidad al Señor, que desea hablarte. Recuerda lo que dice el profeta Oseas: «La llevaré al desierto, y le hablaré al corazón» (Os 2,14).


Agradecemos esta aportación a Don Ángel Moreno de Buenafuente (consulta aquí su página web)

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