Cuando digo una oración de memoria, me sucede a veces que ya no pongo atención en lo que digo. Una forma que a mí me ayuda de superar la rutina es decirle lo mismo a Dios pero con palabras espontáneas. Por eso a veces rezo las oraciones más comunes con mis propias palabras y me ayuda mucho a renovar el sentido de cada frase, para luego pronunciar las mismas palabras con mayor sinceridad y hondura.
Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo
En artículos anteriores he venido sugiriendo cómo rezar mejor el Padre Nuestro. Paso a la siguiente frase: «Hágase Tu Voluntad en la tierra como en el cielo». Y lo haré como sugiero arriba: diciendo lo mismo con palabras espontáneas.
Padre Bueno, Tú siempre buscas mi bien y sólo mi bien.
Tú quieres mi salvación eterna.
Me hiciste para vivir en intimidad contigo en el tiempo y en la eternidad.
¡Qué más puedo desear! ¡Gracias, Padre!
No me impones un destino, me hiciste libre y quieres que yo elija.
Pero a veces preferiría no tener que elegir; temo equivocarme.
Tú conoces mi debilidad, tú sabes cómo a veces me confundo,
se me nubla la mente y no sé qué camino tomar.
No siempre es fácil saber qué es lo que tú quieres, qué es lo que más me conviene.
No quiero contristarte, no quiero hacer daño a las personas.
Sólo quiero agradarte, hacer el bien y alcanzar la vida eterna.
Quiero obedecerte porque quiero agradarte.
Quiero lo que Tú quieras porque te quiero.
Y si hago lo que tú quieres me irá siempre bien.
Quien hace tu Voluntad se salva.
Padre Nuestro, hágase tu voluntad.
Tú amas a los que cumplen tus mandamientos:
«Quien hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, ese es mi hermano y mi hermana.» (Mt 12, 49-50)
Tu Voluntad es que cumpla tus mandamientos.
Se dice fácil, pero en las circunstancias concretas de la vida,
no es tan sencillo y no siempre sé cuál es tu voluntad.
Cuando tengo delante el bien y el mal, es fácil distinguir, pero a veces tengo que elegir entre dos bienes.
Por eso ahora, como Jesús en Getsemaní, me abandono en tus brazos con absoluta confianza
y te digo: «No se haga mi voluntad sino la tuya» (Lc 22,42)
Que se haga tu voluntad en mí.
Me guste o no me guste, sé que obedecerte será lo mejor para mí.
Padre Santo, hágase tu voluntad.
Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
«Que en la tierra reine la paz como en el cielo.» (San Ambrosio)
¡Bendigan al Señor, todos sus ángeles,
los fuertes guerreros que cumplen sus órdenes
apenas oyen la voz de su palabra!
¡Bendigan al Señor, todos sus ejércitos,
sus servidores, los que cumplen su voluntad! (Sal 102,20-21)
Así como los ángeles te obedecen, que así también yo.
Que así como ellos ven con claridad el modo de agradarte,
como ellos hacen el bien sin que ninguna miseria les desvíe,
que así también yo te obedezca y te bendiga.
Padre Nuestro, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Aquí encuentras una explicación de las demás partes del Padre nuestro:
Danos hoy nuestro pan de cada día
Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden
No nos dejes caer en tentación
Autor, P. Evaristo Sada L.C.(Síguelo en Facebook)
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