Orar es dialogar con Dios; un encuentro personal con Dios vivo.
Un medio privilegiado para encontrar y escuchar a Dios es la Sagrada Escritura. Cristo está presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es Él quien habla (SC 7). La Biblia no es sólo un libro que contiene verdades y enseñanzas, sino es sobre todo lugar de encuentro con Cristo Resucitado.
Por obra del Espíritu Santo, la Virgen María recibió en su seno al Verbo que se hizo carne. De modo análogo cuando nosotros leemos la Biblia y la meditamos, recibimos la Palabra en nuestro corazón bajo la acción del Espíritu Santo.
Al leer la Sagrada Escritura, nuestra actitud fundamental debe ser de acogida y escucha. Se trata de escuchar lo que Dios me dice a mí y luego responderle.
El 6 de noviembre de 2005, el Papa Benedicto XVI explicó así la Lectio Divina:
«Consiste en meditar ampliamente sobre un texto bíblico, leyéndolo y volviéndolo a leer, rumiándolo en cierto sentido como escriben los padres, y exprimiendo todo su jugo para que alimente la meditación y la contemplación y llegue a irrigar como la savia la vida concreta. Como condición, la lectio divina requiere que la mente y el corazón estén iluminados por el Espíritu Santo, es decir, por el mismo inspirador de las Escrituras, y ponerse, por tanto, en actitud de religiosa escucha. Esta es la actitud típica de María santísima, tal y como lo muestra de manera emblemática la imagen de la anunciación.»
Los pasos de la Lectio Divina:
1. Recógete para escuchar la palabra de Dios e invoca al Espíritu Santo.
El mismo Espíritu que habita en el templo de tu alma por la gracia,»habita» y está presente en la Sagrada Escritura. Con el deseo ardiente de escuchar a Dios, invoca al Espíritu Santo: que ilumine tu inteligencia para conocer mejor a Cristo y su palabra, que encienda tu corazón para amarlo con pasión y que mueva tu voluntad para seguirlo más de cerca.
2. Lectura (Lectio) ¿Qué dice el texto?
Lee pausadamente un texto de la Biblia, como si fuera «una carta de amor escrita por Dios personalmente a mí» (san Gregorio Magno).
Reléelo; trata de familiarizarte con el texto, intenta comprenderlo (el contexto, los personajes, los sentimientos, las acciones, los verbos…) sin pretender todavía extraer mensajes o conclusiones.
Descubre la palabra-luz que ilumina tu inteligencia, la palabra-fuerza que fortalece tu espíritu, la palabra-fuego que enciende tu corazón de amor a Dios y a los hombres, la palabra-símbolo que abre tu mente y corazón a nuevas reflexiones y afectos.
Puedes subrayar lo que te parezca central: poner un signo de exclamación al pasaje o pasajes que más te interpelen, y un asterisco a lo que te ayude a orar. Puedes señalar de una forma las reflexiones que te llamen la atención y de otra manera aquellas frases que te susciten afectos.
3. Meditación (Meditatio) Qué me dice a mí el texto?
Gusta y saborea ese mensaje de Dios para ti, como María, que «custodiaba todas estas cosas rumiándolas en su corazón.» (Lc. 2,19)
Recuerda otros pasajes de la Sagrada Escritura que tengan relación, confróntalos, que se enriquezcan y complementen los unos con los otros, como si fueras una abeja que va combinando el néctar de diversas flores. Es el Espíritu Santo el que va a elaborar en tu interior una miel exquisita preparada especialmente para ti.
Confronta los textos con las situaciones y circunstancias de tu vida y pregúntate: ¿por qué este texto es importante para mí?, ¿qué me sugiere?, ¿qué actitudes y sentimientos me transmite? Intenta escuchar a Dios que te habla.
4. Oración (Oratio) Qué le digo a Dios movido por su palabra?
Dios te ha hablado, le has escuchado y has acogido su palabra. Ahora respóndele esa carta de amor que Él te escribió. Háblale con toda humildad y con todo tu corazón.
Exprésale con confianza tus sentimientos, una vez unos, otra vez otros: de agradecimiento, alabanza, súplica, adoración, alegría, tristeza, odio al pecado, amor a Cristo, arrepentimiento, compasión, intercesión, reconocimiento de tu miseria y petición de perdón, ofrecimiento…
5. Contemplación (Contemplatio)
Contempla el rostro de Cristo, esperando y deseando que, a través de los ojos del alma, el Espíritu Santo actúe en tus facultades (inteligencia,voluntad, corazón, sensibilidad, acción) llenándolas de su santidad, de su sabiduría, de sus dones y carismas.
Déjate impregnar por la presencia y el amor de Dios como una esponja sedienta que se hunde bajo el agua viva.
6. Acción (Actio)
Que la palabra de Dios sea ahora escuela de vida para ti. Que poco a poco te transforme y te modele conforme a la imagen de Cristo.
Busca imitarle y seguirle más de cerca por la vivencia de las virtudes teologales y las demás virtudes cristianas. Con tu comportamiento y con tu palabra, sé para los demás un testigo que se ha encontrado con Dios. Como una concha llena que comparte lo que lleva dentro.
Pídele ayuda y dale las gracias.
Si quieres profundizar en el método de la Lectio Divina, te recomiendo que leas la Scala Claustralium de Guido II el Cartujo, sobre el modo de orar a partir de la Palabra de Dios, y la Exhortación Apostólica Postsinodal Verbum Domini del Papa Benedicto XVI.
Autor, P. Evaristo Sada L.C.(Síguelo en Facebook)
El contenido de este artículo puede ser reproducido total o parcialmente en internet siempre y cuando se cite su autor y fuente originales: www.la-oracion.com y no se haga con fines de lucro.