¡Jesús tú eres el sólo y verdadero Amigo!

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¡Jesús tú eres el sólo y verdadero Amigo!

Así inicia una bella oración de San Claudio de la Colombière, el confesor de santa Margarita María d’Alacoque, santa a quien el Señor confío los secretos de la devoción a su Corazón. La oración había sido definida por Santa Teresa como «tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama» (Libro de la Vida, 8, 5). Sí, Jesús es nuestro verdadero Amigo. Él mismo nos lo dijo en la Última Cena: «Os he llamado amigos» (15, 15).

Somos amigos de Jesús

Somos sus amigos y Él es nuestro verdadero amigo. Todos buscamos un amigo, alguien en quien confiar nuestros secretos, a quien contar nuestras penas, en quien podemos apoyarnos cuando lo necesitamos y a quien podemos abrir nuestro corazón cuando está inundado de gozo o de tristeza. Jesús es el mejor Amigo. Y en la oración lo descubrimos como tal. El amigo siempre está ahí, dispuesto a salir al paso de nuestras necesidades. Y Jesús siempre está dispuesto a escucharnos. No se cansa de oírnos, como muchas veces los demás hombres a quien aturdimos con nuestros problemas. Él está ahí en lo hondo de nuestro corazón o en lo profundo del sagrario todo para nosotros.

Quien halla un amigo, halla un tesoro, según el dicho popular. Jesús se nos muestra en la oración como el Amigo fiel, que oye, acoge, perdona, alienta, apoya, consuela. Como dice la Imitación de Cristo: «es muy pobre quien vive sin Jesús y muy rico quien vive con Él» (II, 8). Sin un amigo no se puede vivir. Se necesita un amor. Jesús está siempre ahí ofreciendo el suyo sin pedir nada a cambio que nuestra presencia.

Jesús nos acompaña hasta el fin

Hay quien se muestra como amigo y luego en la hora de la prueba, abandona. Hay quien se dice amigo y luego traiciona. Hay quien da muestras externas de amistad y luego se olvida del amigo. Pero Jesús no es así. Él es el Amigo fiel. Él es el Emmanuel. El Amigo que no solo nos da promete la amistad, sino que camina día a día con nosotros. Él está con nosotros. Nos acompaña hasta el fin.

Y todo esto se saborea y se descubre en la oración. Ahí se encuentra ese Amigo que por amor quiere hacerse como uno de nosotros en Belén, que por amor sufre por nosotros, que por amor da su vida por nosotros: «Nadie tiene un mayor amor que el de dar la vida por quien ama» (Jn 15, 13). Con un amigo así, la vida se llena de luz y alegría. El alma se pacifica y es capaz de salir al encuentro de otros a ofrecerles la amistad de este gran Amigo.

Este es el gran don del cristianismo al mundo: la amistad de Dios en su Hijo Jesús. Sí es una gran alegría la que anunciaron los ángeles cuando proclamaron su nacimiento. Es una gran alegría para el mundo entero para cada uno de los hombres y mujeres, sobre todo los que sufren, los que están solos, los pecadores, los abandonos, los prisioneros, los inmigrantes, los desesperados. Esta gran noticia de la amistad de Jesús es también una gran noticia para mi corazón. Y es una noticia que se renueva todos los días de mi historia y de la historia del mundo. Abramos nuestro corazón a este Amigo que está a la puerta y llama para llenarnos de la alegría de su presencia y del gozo de su gracia.


Agradecemos esta aportación al P. Pedro Barrajón, L.C. (Más sobre el P. Pedro Barrajón, L.C)
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