El regalo de Navidad de un sacerdote a su mamá

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¿Qué sienten los papás de un nuevo sacerdote cuando reciben la comunión de manos de su hijo por primera vez? ¿Qué siente un sacerdote cuando da la Eucaristía a sus papás? ¿Cómo ven los papás esa hostia recién consagrada por su propio hijo cuando fueron ellos mismos los que le enseñaron que Jesucristo está realmente presente en la Eucaristía? Misterio de la fe.

Audacia del amor de Dios

Esta mañana concelebré con uno de los nuevos sacerdotes que fueron ordenados el día 12 de diciembre, fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, en la Basílica de San Juan de Letrán. Al final de la misa el padre tuvo con su mamá un gesto cargado de sentido: sacó de la bolsa el purificador con que le limpiaron las manos después de la unción sacerdotal y le dijo “Mamá, en gratitud por todo lo que has hecho por mí, te regalo este purificador impregnado del óleo con el que fui ungido sacerdote. Quisiera que cuando Dios te llame a su presencia, te lo coloquen en las manos y lo presentes a tu entrada al cielo. Dios tomará en cuenta tus sacrificios.”

Jesucristo concede al sacerdote el poder de consagrar el pan en Su Cuerpo y el vino en Su Sangre: algo que rebasa por completo toda capacidad humana. ¡Audacia del amor de Dios! Y es que Jesús quiso dejarnos a los hombres de todos los siglos el pan nuestro de cada día, el pan del cielo. Y para eso instituyó los sacramentos del sacerdocio y de la eucaristía. 

La Eucaristía es el alimento del orante

Recibiendo el cuerpo de Cristo nuestra alma se fortalece, se embellece. Por la recepción de la Eucaristía, Jesucristo va modelando poco a poco nuestro corazón conforme al Suyo y nos permite establecer una relación de particular intimidad con Él.

“La comunión acrecienta nuestra unión con Cristo. Recibir la Eucaristía en la comunión da como fruto principal la unión íntima con Cristo Jesús. En efecto, el Señor dice: «Quien come mi Carne y bebe mi Sangre habita en mí y yo en él» (Jn 6,56). La vida en Cristo encuentra su fundamento en el banquete eucarístico: «Lo mismo que me ha enviado el Padre, que vive, y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí» (Jn 6,57)”  (Catecismo de la Iglesia Católica, 1391)

Cuando las personas me preguntan cómo «permanecer en Su amor» (Jn 15,9) y mejorar su vida de oración, entre otras cosas les recomiendo: 

  1. Recibe con frecuencia el pan de los fuertes: Cristo Eucaristía.
  2. Cuando elijas a qué hora harás tu oración personal todos los días, trata de recibir antes la comunión y hacer tu meditación inmediatamente después. 

En este contexto tal vez quieras releer el artículo: «¿Cuál es el poder de la oración ante la Eucaristía?»

«Quien come mi Carne y bebe mi Sangre habita en mí y yo en él» 

Esto me trae a la memoria un día muy feliz de mi vida. Hace pocos años pasé la Navidad en el Volcán de Orizaba, donde misiono regularmente. En una ranchería perdida en la montaña con no más de 300 habitantes, vivía Don Manuel, un buen anciano con quien hice amistad. Estaba enfermo, postrado en cama, desde hacía meses. Cada vez que le visitaba, me insistía en que intercediera ante el párroco para que les permitiera tener el Santísimo Sacramento en su pueblo.

El 24 de diciembre por la noche salí caminando con Cristo Eucaristía por barrancas oscuras hasta la comunidad de La Cuchilla. Llegué a la casita de madera de Don Manuel, me asomé y estaban las luces apagadas; él dormía. Entré a su casa, le desperté y le dije: “Don Manuel, le traigo su regalo de Navidad: viene Cristo Eucaristía a visitarle”. El pobre ancianito se emocionó mucho, se incorporó y lleno de lágrimas decía: “La Eucaristía: ¡qué mejor alimento! ¿Quién soy yo para que mi Señor venga a verme? Gracias, gracias, mi padre.”

Recibió la comunión, cerró los ojos y allí se quedó dialogando con Jesús. Ya ni caso me hizo. Lo vi entrar en oración con tal intimidad que después de un rato le di un abrazo y me retiré para dejarles a ellos dos solos. Poco después murió, habiendo recibido el viático.

¡Qué diálogo tan sabroso tuvieron Don Manuel y Jesús aquél día! Y ¡qué fuerte abrazo se estarán dando eternamente en el cielo!


Autor, P. Evaristo Sada L.C.(Síguelo en Facebook)

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