Mi alma, como un centinela vigilante, observará todos los movimientos del corazón, especialmente lo que ocurre centro de mí; impresiones, intenciones, pasiones, inclinaciones, en una palabra, todos mis actos internos y externos, pensamientos, palabras y acciones. Claro es que esta guarda del corazón exige un determinado recogimiento y no puede llevarse a cabo con el alma disipada. Pero con la práctica me habituaré a este ejercicio y así se me hará más fácil. (Dom. J.B. Chautard, El alma de todo apostolado)