La vida terrena, una inmolación perpetua

1850

Que nunca olvide que mi único camino para el Cielo es la Cruz; que los actos de alabanzas, las adoraciones, sacrificios y demás acciones buenas no valen para el Cielo sino en virtud de la Sangre de Jesús, y que si he de salvarme ha de ser con todos los cristianos, ya que con todos los elegidos debo gozar y continuar por Jesús, durante la eternidad, el concierto de alabanzas, al cual estoy asociado en la tierra. ESPÍRITU DE SACRIFICIO.– ¡Oh Jesús!, que sabías que la humanidad no puede ser salvada sino por el sacrificio; Tú has hecho de tu vida terrestre una inmolación perpetua. (Dom. J.B. Chautard, El alma de todo apostolado)