Falsificaciones o Alteraciones de Liturgia

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Las falsificaciones o alteraciones de la vida litúrgica son perjudiciales a toda vida interior, sobre todo en cuanto atenúan el combate espiritual. Presérvame de esa piedad que hace consistir la Vida litúrgica en una poesía sugestiva, o en el estudio ameno de la arqueología; presérvame de la piedad que pudiera inclinarme al quietismo y a su secuela, que es la debilidad y cobardía para todo lo que es el aguijón de la vida espiritual: temor, esperanza, deseo de salvarme y adquirir la perfección, lucha contra los defectos propios y trabajo por adquirir la virtud. Haz que arraigue en mí la convicción de que en esta época de tantas ocupaciones que nos absorben con tantos peligros, la Vida litúrgica, aun la más perfecta, no puede dispensar a nadie de la Oración de la mañana. Aleja de mí el Sentimentalismo y la “Sensiblería piadosa”, que hacen consistir la Vida litúrgica en impresiones y emociones, dejando a la voluntad esclava de la imaginación y la sensibilidad. Esto no significa que tú me exijas que sea insensible a la belleza y poesía de la Liturgia. Al contrario. Precisamente con sus cantos y ceremonias, tu Iglesia se dirige a nuestras facultades sensitivas para apoderarse más plenamente del alma de sus hijos y ofrecer a su voluntad los verdaderos bienes, elevándolos así con más seguridad y más facilidad y más totalmente a Dios. Por consiguiente, puedo perfectamente saborear la saludable e inalterable frescura de los Dogmas que la Liturgia pone de relieve; puedo entregarme a la emoción de ese majestuoso espectáculo que ofrece una Misa mayor; saborear las oraciones de la absolución, y los ritos tan tiernos del Bautismo, Extremaunción, inhumación, etc., pero sin perder de vista que todos esos recursos de la Liturgia no son sino medios para alcanzar el fin único de toda vida interior que es: Hacer que muera el hombre viejo para que tú, ¡oh Jesús mío!, puedas vivir y reinar en su lugar. (Dom. J.B. Chautard, El alma de todo apostolado)