Ama y haz lo que quieras, dijo San Agustín. ¿Se necesita la humildad? En el amor se encontrará el motivo más poderoso y la fuerza más eficaz para aceptar la propia abyección. ¿Se anhela la pobreza? Nada más pobre que el amor que deja todo para poseer todo, ¿Se pretende conseguir la obediencia? Nada más dulce que someterse por amor a quien es el representante del Amado. Y así de las demás virtudes, pues dijo San Pablo en el lugar citado: “La caridad es sufrida, es dulce y bienhechora; la caridad no es envidiosa, no es temeraria y precipitada; no se enorgullece; no es ambiciosa, no busca su propio interés, no se irrita, no concibe malas sospechas; no se huelga de la injusticia, sino que se complace en la verdad; todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”. (El Espíritu Santo)