¿Qué ha de producir el Espíritu Santo, amor personal de Dios, sino un cántico, si es propio del amor cantar? Y ¿qué ha de cantar el amor sino al Amado, la divina obsesión de quien ama? La verdadera devoción al Espíritu Santo ¿Qué ha de cantar sino el nombre del Amado, la palabra única que el amor pronuncia y que encierra para él toda belleza? ¡Ah! la tierra y los cielos cantan, porque por ellos pasa el amor, sobre ellos cierne sus alas inmaculadas el Espíritu. Pero el cántico de las almas es un cántico nuevo, porque en ellas puso el Espíritu un nuevo amor. Y el cántico de las almas no es como el cántico de la naturaleza, sin disonancia pero sin libertad; el de las almas es libre, viviente, con esas modulaciones inimitables, con ese acento único que sólo puede producir el amor. El cántico de la naturaleza es la producción como automática de lo que en ella grabó el Espíritu cuando, en el principio de los tiempos, se paseó triunfalmente sobre las aguas fecundas. El cántico de las almas es de ellas y es del Espíritu Santo, como los sonidos de la lira son del instrumento y del artista que lo hace vibrar; mas, así como esas cuerdas no vibran sino bajo el impulso del artista, así el cántico supremo de las almas no brota de ellas sino bajo la inspiración del Artista divino. (El Espiritu Santo)