II LUNES DE CUARESMA (Daniel 9, 4b-10; Sal 78; Lucas 6, 36-38)
«Hemos pecado, nos hemos rebelado apartándonos de tus mandatos y preceptos» (Dn 9, 5).
«Socórrenos, Dios, salvador nuestro, por el honor de tu nombre; líbranos y perdona nuestros pecados» (Sal 78).
-«Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante» (Mt 6, 36-38).
Consideración
Uno de los dones que debemos cuidar es el de la sensibilidad de la conciencia. La peor enfermedad es la que se sufre y se ignora.
La percepción de haber pecado puede llevar a diferentes reacciones; las más adecuadas son la humildad y la súplica de perdón.
Dios no nos ha hecho sensibles para que permanezcamos en el remordimiento, sino para que acudamos a su misericordia, como mejor antídoto contra la tristeza y la desesperanza.
La medida del perdón
Sólo cuando uno guarda memoria del perdón que ha recibido está capacitado para comprender a quienes solicitan comprensión y paciencia.
Tenemos en nuestra mano la medida de la misericordia divina. Dios nos capacita para perdonar, y haciéndolo, nos aseguramos de que también seremos perdonados.
Quien no se mueve a compasión se desnaturaliza, pues nadie puede decir que no necesita misericordia.
Una de las enseñanzas más sabias del Evangelio es la de no juzgar nunca. ¡Cuánto daño se puede hacer si se emiten juicios, con el riesgo de que sean falsos!
El papa Francisco advierte que se puede asesinar con la palabra. Una forma de herir mortalmente al prójimo es juzgarle y condenarle sin tener pruebas.
Procura siempre tener misericordia y comprensión, porque así imitas a quien se revela lento a la ira y rico en piedad.
Tú puedes hoy dar un veredicto en tu corazón y proclamar la amnistía para todos los que crees que te han hecho mal.
Agradecemos esta aportación a Don Ángel Moreno de Buenafuente (consulta aquí su página web)
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