La postura corporal en la oración

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La postura corporal en la oración

Hay ciertos gestos que todos los seres humanos tenemos. Gestos que encontramos en todas las edades, en todas las culturas. Instintivos. Estás alegre y sonríes, o muy alegre y elevas los brazos al cielo, te ríes, «saltas de alegría». Estás asombrado y abres la boca o los ojos. Te asustas y te cubres la boca con las manos o te llevas las manos a la cabeza.

Está demostrado que ciertas posturas corporales modifican los niveles hormonales; esto incide sobre la fisiología y la psicología. Y este descubrimiento ha sido usado por psicólogos y pedagogos para ayudar a las personas a aumentar la seguridad personal, a serenarse, etc. Prueba a ponerte de pié con las manos sobre la cintura durante dos minutos: te sentirás más fuerte. Prueba a alzar los brazos y la mirada: te sentirás triunfante. Siéntate, cruza los brazos, encoge los hombros y agacha la cabeza: te sentirás más débil.

La postura de la Santa Sede y de San Ignacio de Loyola

En la oración habrás adoptado posturas corporales que de inmediato adviertes que te ayudan a rezar mejor. El documento de la Congregación para la doctrina de la fe sobre la oración, entonces encabezada por el Card. Ratzinger dice: «La experiencia humana demuestra que la posición y la actitud del cuerpo no dejan de tener influencia sobre el recogimiento y la disposición del espíritu». (OF 26)

En el libro de ejercicios espirituales, número 76, San Ignacio escribe: «entrar en la contemplación, cuándo de rodillas, cuándo prostrado en tierra, cuándo supino rostro arriba, cuándo asentado, cuándo en pie, andando siempre a buscar lo que quiero. En dos cosas advertiremos: la primera es, que si hallo lo que quiero de rodillas, no pasaré adelante, y si prostrado, asimismo, etc.; la segunda, en el punto en el qual hallare lo que quiero, ahí me reposaré, sin tener ansia de pasar adelante, hasta que me satisfaga.»

La frase clave de este párrafo de San Ignacio es: «andando siempre a buscar lo que quiero«. Las posturas corporales tienen un valor relativo: he de usarlas en tanto cuanto me ayuden al recogimiento y se conformen y orienten a la finalidad de la oración cristiana. ¿Qué es lo que quiero en la oración? Estar con Dios y sólo con Dios, encontrarme con Él, alabarle, mostrarle afectos de gratitud, confianza, reparar por mis pecados…; aprender de Él, escucharle, pedirle ayuda… Para ello, puesto que es toda la persona la que ora, podemos ayudarnos del cuerpo y expresarnos con el cuerpo.

«Esta necesidad de asociar los sentidos a la oración interior responde a una exigencia de nuestra naturaleza humana. Somos cuerpo y espíritu, y experimentamos la necesidad de traducir exteriormente nuestros sentimientos. Es necesario rezar con todo nuestro ser para dar a nuestra súplica todo el poder posible.» (Catecismo 2702)

«Esta necesidad responde también a una exigencia divina. Dios busca adoradores en espíritu y en verdad, y, por consiguiente, la oración que brota viva desde las profundidades del alma. También reclama una expresión exterior que asocia el cuerpo a la oración interior, porque esta expresión corporal es signo del homenaje perfecto al que Dios tiene derecho.» (Catecismo 2703)

Advertencias sobre las posturas en la oración

Es importante que no construyamos la casa sobre arena sino sobre roca. Sobre la roca de la autenticidad, de la sinceridad en la búsqueda de Dios y no de nosotros mismos. Estamos hablando de posturas que ayudan, que buscan preparar y disponer una actitud del corazón. No de «poses» que sólo alimentan la vanidad. Una vanidad y un orgullo espirituales cuyo riesgo mayor no estaría en el deseo de ser vistos y bien considerados por los demás, sino en la sutil complacencia en la consideración de la propia vida espiritual, de la propia «bondad» en la que el alma poco humilde se recrea.

Existe también la sensualidad espiritual. Alguien podría fomentar entonces gestos que buscarían la satisfacción de la propia sensibilidad más que, de nuevo, la expresión profunda y cálida del amor a Dios.

Dicho esto, recordemos cuánto agradaron a Jesús los gestos de amor. Cómo permitió a Juan recostarse sobre su pecho, a María de Betania ungirle con perfume, a la pecadora lavarle los pies con sus lágrimas.En la Santa Misa tenemos la oportunidad de reproducir espiritual y comunitariamente aquellas mismas experiencias.

¿Cuál es la mejor postura en la oración?

En la oración personal no hay posturas establecidas, cada uno debe ver lo que más le ayude a buscar y obtener lo que quiere. Es importante que al hacer oración en lugares públicos seamos discretos en nuestras posturas para no distraer o incomodar a los demás. Las posturas corporales más comunes en la oración se han incorporado casi todas a la Liturgia de la Iglesia y son las siguientes:

Sentado: Expresa una actitud de escucha. Siéntate y descansa la espalda en el respaldo, con una postura recta, alerta. Los pies juntos y bien apoyados en el suelo.

De pie, con los talones juntos y las puntas un poco separadas para dar estabilidad. Esta postura manifiesta respeto y atención; es como decirle a Dios con la postura del cuerpo: «aquí estoy ante ti, presente; habla que tu siervo escucha».

De rodillas, sobre el piso o en un reclinatorio, indicando humildad y adoración. O arrodillado-sentado sobre un banquillo que se pone encima de las pantorrillas o simplemente sentado sobre los talones un poco abiertos, con las manos descansando sobre el regazo.

Postrado: Con todo el cuerpo boca abajo y la cabeza sobre las manos. O bien, con el cuerpo en forma de arco y la cabeza descansando sobre las manos colocadas en el suelo.

Los brazos: Es la postura del orante que encontramos en las catacumbas de Santa Priscila, con los brazos abiertos, en forma de cáliz. Esta postura indica adoración, súplica, receptividad.

Las manos: Pueden ponerse juntas tocando los labios. Cuando estás sentado, las manos pueden estar sobre los muslos o las rodillas, en reposo; o bien, volteadas hacia arriba, todavía apoyadas sobre las piernas, con el gesto del mendigo, con el gesto de abandono de quien todo necesita recibirlo, pero también a su vez todo lo ofrece, en radical disponibilidad, porque no se posee.

Los ojos: Con una mirada que corresponda a la imagen que se está contemplando (compasiva si contemplas a Cristo crucificado, de ternura si miras a María con Jesús en sus brazos, de gratitud si contemplas la última cena, etc.) Ayuda mucho al recogimiento tener los ojos cerrados o semi cerrados si se tiene problema de sueño. También puedes mirar al cielo en algunos momentos.

(Aquí también puedes leer un artículo que publiqué hace tiempo sobre el mismo tema)


Autor: P. Evaristo Sada, L.C. (Síguelo en Facebook)
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