Me invitaron a predicar un retiro de tres días sobre la oración juntamente con el P. Jacques Philippe. El retiro se llevó a cabo este fin de semana pasado en Atlanta, con la participación de cincuenta matrimonios. Conociendo el aprecio que tantos le tienen por el bien que nos han hecho sus libros («Tiempo para Dios», «La libertad interior», «La confianza en Dios», «En la escuela del Espíritu Santo», etc.), quiero compartirles mi experiencia junto a él durante estos días. Tanto durante el retiro, como en las conversaciones que hemos tenido y en los ratos de convivencia fraterna (hoy tuvimos un día de descanso en el Georgia Aquarium), he aprendido mucho del P. Jacques.
Algunas lecciones
1. La pobreza
El tema que más bien me ha hecho de su predicación es el de la pobreza. Insiste en la necesidad de ser pobres, pequeños, para hablar con Dios. Sólo el que se sabe y se siente pobre acude en busca del Señor. Al pobre Dios lo acoge y lo protege. Habla mucho de la humildad como actitud fundamental del orante y como forma de dirigirnos a Dios desde nuestras limitaciones, nuestra fragilidad y miserias. También se refirió a la oración de repetición, especialmente el Rosario, como una oración sencilla a la que siempre podemos acudir, especialmente en aquellas situaciones en que nos encontramos incapaces de hacer una oración más profunda, sea por cansancio, sea por nuestro estado de alma.
2. La confianza en Dios que es fiel
También subrayó en sus meditaciones la fidelidad de Dios que es eterna, la tenemos asegurada. Saber que tenemos a un Padre que es fiel a su alianza y que no nos puede fallar, es fuente de profunda confianza y paz interior. Por eso en la paz profunda del alma encontramos un fruto incontestable de una buena oración.
3. El realismo
Si bien se trata de una persona muy espiritual y profunda, conserva siempre un gran realismo. Tiene un amplio conocimiento del corazón humano y especialmente de los diversos estados del alma, que tanto pueden condicionar nuestra relación con Dios: el cansancio, el sufrimiento, la desolación, las frustraciones, etc. Afronta estos problemas con una gran comprensión, sin juzgar ni atropellar, sino comprendiendo las limitaciones y miserias propias del ser humano y la complejidad de las relaciones humanas. Una preocupación suya constante es ayudar a las personas a nunca desalentarse, sino a agarrarse con fe y confianza de Dios que es fiel y misericordioso.
4. Poca materia, pero profunda
En su predicación no abunda en materia, más bien ofrece poca materia, pero profunda. No busca ser exhaustivo en sus exposiciones, sino más bien básico, ayudando a los oyentes a quedarse con una idea clara y precisa de los conceptos fundamentales y a afrontar los retos con serenidad y confianza.
5. Humildad y pedagogía de la oración
Le expuse la necesidad que veía de una pedagogía de la oración y cómo estoy centrando mi ministerio sacerdotal en este punto específico. Mostró gran interés, reconociendo que también él encuentra un vacío pastoral en este campo. Tuvimos la oportunidad de hablar ampliamente del tema. Manifestó una humildad inmensa al estar presente en todas mis predicaciones. Con mucha sencillez me preguntaba qué medios utilizo en los talleres de oración para ayudar de manera práctica a las personas a mejorar su vida de oración. Tuvimos un intercambio muy interesante. En dos ocasiones le pedí consejo para mejorar y las dos veces me respondió: «Sé tú mismo». Es decir, él ve con benevolencia a los demás y no pretende enseñarles cómo deben ser las cosas, sino respetar el estilo propio de cada quién.
Está siendo muy enriquecedor convivir, orar, trabajar juntos miembros de dos comunidades religiosas: las Beatitudes (a la que pertenece él y las dos religiosas que le acompañan) y los legionarios de Cristo y miembros del Regnum Christi que hemos coincidido estos días. Momentos como éstos me hacen ver y experimentar la belleza de la Iglesia, por lo cual bendigo y agradezco mucho a Dios Nuestro Señor.
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