En definitiva, ¿no toma quizá Cristo tal posición respecto al hombre, cuando dice: «cada vez que habéis hecho estas cosas a uno de éstos…, lo habéis hecho a mí»? Las palabras del sermón de la montaña: «Bienaventurados los misericordiosos porque alcanzarán misericordia», ¿no constituyen en cierto sentido una síntesis de toda la Buena Nueva, de todo el «cambio admirable» (admirabile commercium) en ella encerrado, que es una ley sencilla, fuerte y «dulce» a la vez de la misma economía de la salvación? Estas palabras del sermón de la montaña, al hacer ver las posibilidades del «corazón humano» en su punto de partida («ser misericordiosos»), ¿no revelan quizá, dentro de la misma perspectiva, el misterio profundo de Dios: la inescrutable unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, en la que el amor, conteniendo la justicia, abre el camino a la misericordia, que a su vez revela la perfección de la justicia?
Dives in misericordia