La piedad pasiva, puerta de la vida

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Desde el momento que la vida entra por esta puerta, mi acción se encuentra asida y gobernada por la acción divina; ya no soy yo quien determina y dirige en mí un movimiento puramente humano; ceso de ser hombre y me hago cristiano. El cristiano es el hombre unido a Dios; el cristianismo es la unión de lo humano a lo divino; unión vital, sin alteración ni división, unión en la cual el hombre conserva y perfecciona su actividad. Y cuando toda la actividad humana está unida al movimiento divino que la rige, entonces el hombre es perfectamente cristiano, entonces puede decir como San Pablo: “Vivo yo, pero no yo, es Cristo quien vive en mí” (José Tissot, La vida interior)