«Cuanto más nos sumergimos en el amor de Dios, más penetrante es este recuerdo y más estimula a amar a un Ser tan indignamente ultrajado.» La falta sólo ha durado un instante; este incendio puede durar toda la vida. Puede aumentar cada vez que volvamos a pensar en dicha falta. Más todavía, puede llegar a ser eterno. En efecto, si todo recuerdo voluntario, con aprobación y complacencia, de una falta cometida es una nueva mancha, también es justo que cada vez que el alma justificada condena y se duele y reprueba sus antiguos pecados, sea recompensada con nuevos méritos. Como estas detestaciones se pueden multiplicar hasta el infinito, ¿hasta dónde alcanzará la posible suma de estos méritos? (José Tissot, El arte de aprovechar nuestras faltas)