Si sucediere, pues, alguna vez, que los demás te aman, te honran, y te estiman como buena, y alaban en ti algunas cualidades y gracias que has recibido del cielo, procura recogerte luego dentro de ti misma; y fundándote en los principios de verdad y de justicia, que quedan establecidos, dirás a Dios de todo corazón: Señor, no permitáis jamás que yo os usurpe vuestra gloria, atribuyendo a mis propias fuerzas lo que no es sino un puro efecto de vuestra gracia; para Vos, Señor, sea la alabanza, para Vos la honra y gloria, y para mí el oprobio y la confusión (I Par. XXIX.– Dan. IX).(El Combate Espiritual, Lorenzo Scupoli)