Los que conocen el mal estado de su conciencia, y desean mudar de vida, se dejan ordinariamente engañar del demonio con estos artificios: Después, después, mañana, mañana: quiero primeramente desembarazarme de este negocio, y después me daré con mayor quietud al espíritu. Este es un lazo en que han caído y caen continuamente innumerables almas; pero no se debe atribuir la causa de esta infelicidad sino a suma negligencia y descuido, pues en un negocio en que se interesa su eterna salud, y el honor y gloria de Dios, no recurren con prontitud a aquella arma tan poderosa: Ahora, ahora, ¿y para qué después? Hoy, hoy, ¿y por qué mañana? diciéndose a sí mismo: ¿Quién sabe si yo veré el día de mañana? Mas aun cuando yo tuviere de esto una in dubitable certeza, ¿es querer salvarme, el diferir mi penitencia? ¿es querer alcanzar la victoria, el hacer nuevas heridas?(El Combate Espiritual, Lorenzo Scupoli)