Diálogo con Cristo en la enfermedad

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Septiembre 1° de 1917] Enferma siempre. Se me presenta tan triste el porvenir que no lo quiero mirar. Me dijeron hoy que me iban a sacar del colegio y que, como la H. V daba baile, me tendría que estrenar en ése para este otro año. Me causa horror. Y ver por otro lado, que no podré ser carmelita por mi salud. Todo esto me hace exclamar ¡Jesús mío, si es posible, que pase de mi este cáliz; mas no se haga mi voluntad sino la tuya! Y ver que no puedo hacer oración. Por otro lado, cuando estoy con Jesús me da no se qué hablarle de mis penas en vez de consolarlo, cuándo El sufre mucho más. Y me callo. Y mi pobre corazón sigue gimiendo, y Jesús me mira contento, me cuenta sus…

Me muero, me siento morir. Jesús mío, me doy a Ti. Te ofrezco mi vida por mis pecados y por los pecadores. Madre mía, ofréceme como hostia. Verdaderamente, ayer ya no podía más del dolor de pecho. Me estaba ahogando. No podía respirar y del dolor me daban fatigas. Todo se lo ofrecí a Jesús por mis pecados y los de los pecadores. Estoy en mi casa. Me tuve que venir porque ya no podía más. Qué pena tuve al despedirme de las chiquillas y de las monjas y de mis chicas. Las quiero tanto… pero que se haga la voluntad de Dios. No he comulgado. Llegué a soñar anoche que tenía hambre de Jesús; pero después, todo el día en un estado de tibieza, no hice oración ni comulgué espiritualmente. Oh qué mala soy. Pero gracias a Dios hoy reparé e hice una comunión espiritual. Iba a meditar, cuando me quedé dormida, pero ahora voy a ver si puedo meditar. Mañana voy a comulgar. Cuánto lo deseo, Jesús mío. Soy tan mala. Necesito de Ti para ser buena. Ven, amor. Ven pronto y te daré mi corazón, mi alma y todo lo que poseo. Madre mía, prepara mi corazón para recibir a mi Jesús.