Sí, el premio es grande, incluso en esta tierra… En este camino, sólo cuesta dar el primer paso. Prestar sin esperar nada a cambio parece duro a la naturaleza; preferiríamos dar, pues lo que damos ya no nos pertenece. Cuando alguien viene a decirnos con aire muy sincero: «Hermana, necesito tu ayuda durante unas horas; pero no te preocupes, que ya tengo permiso de nuestra Madre, y en otra ocasión te devolveré el tiempo que me dediques, pues sé lo ocupada que estás», como realmente sabemos muy bien que ese tiempo que prestamos nunca se nos devolverá, preferiríamos decir: Te lo regalo.
Esto satisfaría nuestro amor propio, pues dar es un acto más generoso que prestar, y además así hacemos saber a la hermana que no contamos con sus servicios… ¡Qué contrarias a los sentimientos de la naturaleza son las enseñanzas de Jesús! Sin la ayuda de su gracia, no sólo no podríamos ponerlas por obra, sino ni siquiera comprenderlas.
Historia de un alma