El primer latido del corazón de Cristo

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Contemplémosle en este instante solemne, único en la historia del género humano. ¿Qué dice? ¿Qué hace?: «Entrando en el mundo dijo a su Padre: No has querido ni sacrificio ni oblación, sino que me has formado un cuerpo; no te has complacido en los holocaustos ni en los sacrificios por el pecado que te ofrecían los hombres; entonces dije: «Heme aquí» (Heb 10, 5-7; +Sal 39, 7-8). Estas palabras, tomadas de San Pablo nos revelan el primer latido del corazón de Cristo, en el momento de su Encarnación.- Y realizado este acto inicial de oblación completa, Cristo «se lanza como un gigante para recorrer el camino que se abre ante El» (Sal 18,6).

Gigante, porque es un Hombre-Dios; y todas sus acciones, todas sus obras, son de un Dios, y por consiguiente dignas de Dios, a quien se las ofrece en homenaje. Según el modo de hablar de la filosofía, «los actos pertenecen a la persona» [actiones sunt suppositorum]. Las diversas acciones que nosotros realizamos tienen su fuente en la naturaleza humana y en las facultades inherentes a esa naturaleza; pero en última instancia las atribuimos a la persona que posee esa naturaleza y usa de esas facultades. Así, pienso con la inteligencia, veo por los ojos, oigo por los oídos; oír, ver y pensar son acciones de la naturaleza humana, pero en definitiva las referimos a la persona; es el yo, el que oye, ve y piensa; aunque cada una de esas acciones emane de una facultad diferente, todas recaen en la misma y única persona que posee la naturaleza dotada de tales facultades.

Jesucristo, vida del alma