¿Cuándo, Señor, tendré el gozo de verte?

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¿Cuándo, Señor, tendré el gozo de verte?

¿Por qué para el encuentro deseado

tengo que soportar, desconsolado,

el trágico abandono de la muerte?

Padre mío, ¿me has abandonado?

Encomiendo mi espíritu en tus manos.

Los dolores de muerte sobrehumanos

dan a luz el vivir tan esperado.

Se acabaron la lucha y el camino,

y, dejando el vestido corruptible,

revistióme mi Dios de incorruptible.

A la noche del tiempo sobrevino

el día del Señor; vida indecible,

aún siendo mía, es ya vivir divino. Amén.